¡Gracias a la vida que me ha dado tanto!

Esta historia comenzó a escribirse hace treinta años, y hoy estoy acá, en una tarde de lluvia y tranquilidad escuchando el relajante sonido de las gotas de agua caer sobre las tejas del techo de una iglesia, listo para intentar contarles cómo han sido esas tres décadas de trabajo, el café no puede faltar, hace fresco y eso motiva a incluir en la jornada una taza grande de esa bebida tan mundialmente consumida.

Finalizaba la década de los 80 con una de las más grandes ofensivas guerrilleras que abarcó la toma de las ciudades más importantes de El Salvador, incluyendo la capital por parte de combatientes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) con el objetivo de obligar al gobierno a ceder el poder o por lo menos obligarlo a sentarse a la mesa y poner fin a una guerra civil que ya cobraba más de 100 mil muertos, mayormente civiles.

La prensa no estaba excluida de esas cifras y en marzo de 1989, un día antes de que se celebraran los comicios presidenciales, la Agencia REUTER sufriría uno de los golpes más fuertes durante la guerra: sus dos fotógrafos, Roberto Navas y Luis Galdámez fueron atacados por un retén militar de la fuerza aérea salvadoreña. Navas murió en el lugar del ataque mientras que Galdámez fue recogido y llevado a un centro asistencial en donde fue atendido y posteriormente evacuado hacia un hospital en Miami para su recuperación, no sin hasta la fecha tener el doloroso recuerdo de haber perdido la capacidad de tomar fotos con su mano derecha. La bala le entró a la altura del omóplato y recorrió un tramo de su cuerpo quemando nervios y tendones, una bala de fusil M-16 de fabricación estadounidense. 

Corina Dufka, una estadounidense que años atrás había llegado al país a colaborar con instituciones de Derechos Humanos y que con ayuda del mismo Navas y otros fotógrafos como Francisco Campos de la Agencia Francesa de Prensa (AFP), había comenzado a colaborar con REUTER, ella sería quien salvaría la cobertura. En consecuencia de los acontecimientos también requería de ayuda,  por lo que para mí fue una manera de comenzar a trabajar de forma más constante con esa agencia, antes lo había hecho con AP y la misma AFP. Yo que había recién egresado de la Universidad de El Salvador (UES), tenía más libertad para dedicarme al trabajo de tiempo completo por lo que mi fogueo en el campo de batalla con las tropas y los campamentos guerrilleros fueron más seguidos, y muy a menudo nos tocaba correr a las coberturas de las acciones que los comandos urbanos del FMLN efectuaban en la capital, la cual poco a poco se fue convirtiendo en un frente de guerra. Los ataques a cuarteles y patrullas o puestos adelantados del ejército sucedían en cualquier lugar y a cualquier hora por lo que el rastreo de la información era parte importante y una de mis especialidades.

Conocí a Iván Montesinos y a Francisco Campos quienes eran los corresponsales de AFP en El Salvador, en la medida que lograra llegar antes que cualquiera a los lugares de los enfrentamientos tendría más posibilidades de vender mis fotos, el trabajo de laboratorio era intenso, sin embargo, en ese tiempo enviar a la oficina central cuatro fotos significaba que en verdad se trataba de algo grande, nuestra edición era muy estricta y la decisión de cuál foto elegir era tan grande porque de ello dependía que las publicaciones en el mundo entero tuvieran calidad, comentaba un fotógrafo senior de la AFP: “antes nuestra pelea era por la portada de los grandes periódicos como el New York Times, The Washington Post y las revistas Time o Newsweek”, eso significaba que si tu elección era buena el fin de semana podrías tener la satisfacción de ver tu nombre en una de esas revistas, o al día siguiente en la portada de cualquier periódico en el mundo. La calidad de los fotógrafos que en ese tiempo se movían por Centroamérica quedó demostrada luego que muchos de ellos ahora aún trabajan con famosas agencias de fotografía o son maestros en universidades de Estados Unidos. Aprendimos mucho de esos corresponsales, tenían más experiencia que nosotros en el campo de batalla. 

Tras la cruenta ofensiva de 1989 y las bajas sufridas por las agencias, estas se reacomodan y de repente me encuentro en la encrucijada de elegir trabajar con REUTER o AFP. Puse ambas ofertas en la balanza y me incliné por Francia ese mayo de 1991, ¡tenía mi primer contrato y mi primer credencial como fotógrafo de AFP! Recuerdo mi primera asignación y la primera foto que imprimí en formato de 8x10 en el cuarto oscuro, era la figura de un miembro de la extinta Guardia Nacional silueteado con su casco y su rifle G-3 de fabricación alemana, en pie de manera intimidante frente a un grupo de ciudadanos estadounidenses que protestaban frente a la sede de la embajada de Estados Unidos en El Salvador por la ayuda militar que su gobierno enviaba para financiar la guerra y al ejército salvadoreño.

Después vinieron tantas coberturas y tantas salidas a la montaña que fui creciendo en experiencia sobretodo en la cobertura de los combates, por lo general nos movilizábamos con colegas afines y decidíamos las rutas para llegar hasta los lugares en donde ocurrían los hechos, evadíamos retenes y bloqueos para poder estar en primera línea, más de una vez nos retuvieron y decomisaron material periodístico. Sin embargo, nunca nos cansábamos de acudir en busca de mostrar los acontecimientos y la represión que se daba en las calles capitalinas cada vez que los estudiantes, los obreros, los campesinos salían a las calles a protestar.

Una tarde antes del ocaso nos avisaron de un ataque en la población de Quezaltepeque, mis colegas de TV manejando un Ford Maverick color dorado al estilo F1 hicieron posible llegar en el momento exacto en que soldados y policías lograban salir de la zona del ataque cargando a un agente gravemente herido, capté el momento en que socorristas recibían al herido y las caras de preocupación de los policías y soldados a su alrededor, disparé tres cuadros de la dramática escena y fue anecdótico porque ninguna de las tres agencias estuvo en ese momento y vendí la imagen un cuadro a cada agencia, cuando aún era freelance

Fueron años muy activos y mi experiencia fotografiando y editando mi material y el de otros fotógrafos, eventualmente, se desarrolló mucho. Mi primera salida a una cobertura fuera de la región fue hacia Perú en 1992 cuando el entonces presidente Alberto Fujimori decidió acaparar el poder legislativo y tomó el control total del país. Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) iniciaron una fuerte ofensiva en Lima que incluyó la detonación de explosivos caseros pero de alto poder destructivo colocados en vehículos y con capacidad de derribar edificios. Fue un período difícil para el país y para mí algo nuevo, a pesar de haber estado en una guerra nunca había visto a un grupo de soldados abrir fuego a quemarropa contra una multitud desarmada que protestaba por la captura de algunos miembros de su comunidad.

Fujimori logró tras una cacería humana capturar al líder Abimael Guzmán, quien fue presentado a la prensa dentro de una jaula con barrotes metálicos, vestido con un traje de rayas horizontales y un número en una placa negra en el pecho. La cara de sorpresa de Guzmán ese día y las nuestras tras días de espera en las afueras de la División Contra el Terrorismo quedaron registradas en los miles de clicks que hicieron las cámaras cuando se bajó el telón azul que cubría la jaula. Fujimori también capturó a Polay Campos, máximo líder del MRTA, a los segundos y terceros de ambos de manera que desarticuló a los dos movimientos.

En 1994 aparece el movimiento zapatista en México y con ello el centro de atención del mundo, dado que los espacios para las guerrillas se habían terminado con el fin de la guerra fría y la caída del muro de Berlín, la tecnología comenzaba a dar sus primeros pasos en la fotografía y ya contábamos con un transmisor que nos ahorraba el trabajo del laboratorio, el DIXEL, un escáner de negativos que a través de un módem nos permitía enviar las imágenes desde el negativo. Uff, un gran paso para ahorrar el trabajo en la ampliadora y los 15 minutos del llamado “rodillo” (SatFax) para transmitir una foto en blanco y negro, sin embargo, seguíamos revelando los rollos de película.

Omar Torres, quien ha trabajado en la oficina de México por más de 30 años, me dio la oportunidad de ayudar en la cobertura y fue así como decidí marcharme a México para trabajar en la cobertura en el estado de Chiapas, desde entonces no hubo procesos electorales y tomas de posesión presidencial a los que no acudiera a reforzar a los colegas de México. 

Treinta años no pasan por gusto, y aunque escribirlo no es más que doce letras y un espacio, pensarlo y recordar cada momento vivido no es fácil, sobretodo cuando llevas sobre tus hombros experiencias no tan buenas, otras memorables, históricas, satisfactorias y sobre todo grandes amistades y el cariño de muchos en esta gran familia de AFP. A lo largo de este tiempo me ha tocado cubrir desastres naturales, grandes eventos deportivos, conflictos en el Medio Oriente, eventos políticos y sociales en diferentes continentes, entre otras muchas coberturas y ser conductor como Jefe de Fotografía de Centroamérica, México y actualmente en Venezuela. 

Compartir con colegas de otras regiones, con otras culturas y con otro idioma ha sido enriquecedor en estas tres décadas, no solo por el hecho de cultivar amistad sino de compartir momentos históricos, recibir apoyo moral y logístico en momentos críticos o acudir a otros países para corresponder de la misma manera, es un aliciente para el alma y despierta la pasión para enfrentar nuevos retos en este mundo tan aceleradamente cambiante.

En los últimos 20 años, la fotografía cambió a pasos agigantados y ahora tenemos la posibilidad de transmitir en vivo los acontecimientos desde cualquier lugar. Esto nos obliga a investigar y aprender cada día más, algo que la fotografía siempre me ha enseñado es que nunca dejas de aprender y que cada día tienes una experiencia diferente y conoces a personas diferentes, estas en un mundo distinto cada vez que lo ves a través del visor. 

Cuando mi padre me regaló aquella Olympus de 35mm con la que comencé a fotografiar y a conocer de velocidades de obturación y diafragma creo que ninguno de los dos nos imaginamos que llegaría a cumplir 30 años registrando la historia, gracias papá hasta el cielo, gracias a mi familia y gracias a mi madre por su apoyo incondicional, gracias a todas las personas que me han ayudado a crecer y gracias a todas las que no lo hicieron porque eso me fortaleció y me obligó a trabajar más duro, gracias a la vida que me ha dado tanto, reza la canción de la cantautora Violeta Parra que me encanta escuchar de vez en cuando para no olvidar.


Using Format